lunes, 30 de enero de 2012

El humor es definido como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. La risa es, además, una de las pocas cosas que individualizan al ser humano, ya que nadie se rie de la misma forma, hay risas mas graves, agudas, sonoras chillonas, contagiosas, silenciosas, ridículas... una amplia variedad que estimula al conjunto.
 
¿Cómo podríamos sobrevivir sin ese alimento diario que nos dibuja una amplia sonrisa en cualquier instante de nuestra insignificante existencia? Todos necesitamos el humor, esa droga que nos hace reir y llorar, que convierte un día o momento gris en uno digno de recordar, esas caídas ajenas o propias que precipitan una carcajada, que sienta cual bocanada de aire puro de las montañas del norte, esa risa de niño contagiosa por culpa de la cual no puedes frenar tus llantos risueños, chistes diarios que aunque no tengan gracia, te ries, te ries por la emoción que siente el locutor, por su cara de displicencia al ver tu desaire, pero sobretodo te ries porque él se ríe y es mejor reírse acompañado, aunque no todas las risas vienen motivadas por buenos momentos ya permanentes en tu abstracta mente, existe la típica risa nerviosa que te puede llegar a provocar situaciones incómodas, pero estas se van como vinieron, nadie recuerda aquel mal momento si no es para reirse del mismo. Porque vivimos de y para la risa, una vida no seria tal, sin ello como aliciente.
 
También debemos mencionar la otra cara de la moneda, una vida sin humor, vida que no es más que un suplicio, como cuando un niño ve a otro comer una galleta, pero un impedimento evita que consiga su ansiado alimento, una barrera, que no sería mas que la falta de humor, que haría de tu vida un sinvivir, una tormentosa existencia que nos acabaría llevando al más misero y complaciente suicidio, en busca de un aliciente, y al fin, en nuestro cielo deseado y muy probablemente imaginario, podremos saborear la ansiada galleta, esa que nos devuelve a la vida, a una vida real, una vida llena de humor, risas, carcajadas y como no, ese llanto risueño, que todos experimentamos como exaltación de un cúmulo de buenos pensamientos.

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